Uno de los
factores principales de la supervivencia humana se dice que son las conexiones
afectivas.
Basta con
que interactuemos con una sola persona para que el motor de uno mismo arranque
de nuevo para proseguir su viaje.
Es curioso,
ahora, en el siglo XXI, cuando el crecimiento de las nuevas tecnologías no nos dan un minuto de soledad, me pregunto
donde se han quedado esas “conexiones afectivas” de antaño. Esas palabra de
aliento ante cuestas arriba, las caricias que reconfortaban, las miradas cómplices. La alegría de encontrarse
en la calle tras tiempo sin saber del otro…. Los saludos cercanos, sinceros…
Los tiempos
cambian. La manera de relacionarnos también. Las conexiones entre unos y otros
hoy vienen en forma de emoticono amarillo y gracioso, o rojo y furioso, con
gafas.. e incluso en forma de dedo azul.
Debemos
adaptarnos a los tiempos, sí. Pero no nos perdamos dentro de pequeñas ventanas.
Regalemos
nuestro saludo en la mañana al salir a la
calle, las miradas cómplices en el trabajo bien hecho, el ánimo ante el
desaliento no escondido en letras y muñecos, dibujos que esconden nuestras
emociones.
Seamos
capaces de mantener, de no dejar de mostrar nuestros sentimientos.
Son esas
conexiones son los que nos hacen únicos, los afectos.
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