Cada persona
es un mundo lleno de peculiaridades, particularidades que lo hacen ser único y
distinto a los demás.
¿Qué más da
ser alto, bajo, gordo, tener otra raza, cultura o una discapacidad?
Todo ser
humano debe ser feliz. Debe buscar su propia felicidad
A mis 37
años, una discapacidad grosera, burlona y una soledad como fiel compañera tomo
conciencia de que yo, solo yo, soy la
única responsable de mi felicidad.
Nadie, nadie más puede hacerlo por mi.
Podemos
patalear, gritar a pleno pulmón, a los cuatro vientos, a los cuatro puntos
cardinales, mendigar por el mundo
tratando de conseguir que alguien nos regale un poco de felicidad. Pero
lo cierto es que la felicidad de cada uno no está en la mano del otro, sino
dentro de uno mismo.
Puede, que
para una persona como yo, la cual está llena de multitud de inseguridades
y miedos haya, al menos en este momento,
sentimientos y sensaciones lejanas en el tiempo. Con el paso del tiempo he
descubierto que nada, nada es imposible o como decía mi abuela “para todos hay
pitos en esta feria”.
La búsqueda
de la felicidad no está en deseos lejanos que jamás se cumplirán sino en cosas
muy sencillas y pequeñas que se hayan en lo mas simple y cotidiano. La familia,
la fe de cada uno, el quehacer cotidiano pueden ser perfectos caminos hacia ese
estado tranquilo, prospero y estable.
Si es cierto
que puede que debamos trabajar y “currarnos” llegar a ese estado de bienestar,
incluso y, por qué no arriesgar un poco
Una vez leí
una cita que decía que todo sueño o meta entraña un esfuerzo o riesgo ¿no es
acaso la felicidad una meta o sueño?
Fuente: La inutilidad del sufrimiento. Mª Jesus Alava Reyes